Entradas etiquetadas como “Internet

El Internet de antes

Esta mañana bien temprano, y sin venir a cuento, se me ha venido a la mente cómo era nuestra relación con Internet a principios de la década pasada, cuando poco a poco comenzó a instalarse Internet en nuestros domicilios. Concretamente, me he acordado de aquél exitoso programa, el famoso Messenger, desde hace ya unos años unido a Skype como programa de mensajería instantánea. Lógico, con la tremenda eclosión de las redes sociales tipo Facebook o Tuenti, ya el Messenger no lo utilizaba ni Dios. Pues bien, desde entonces, y esto sonará muy extraño, creo que la alta y más moderna tecnología de a día de hoy, sí ha beneficiado un tanto, o quizás sólo un poco en comparación con todos sus aspectos negativos, pero considero que sí ha hecho que nuestras relaciones sociales mejoren y, por supuesto, pienso matizar esto un poco mejor.

Seguro que en muchas ocasiones has oído o incluso has dicho que la tecnología actual, toda esa cantidad de aparatos informáticos, aplicaciones, redes sociales y demás, nos distraen, nos emboba, haciendo que seamos distantes y nuestras relaciones interpersonales se vean perjudicadas. Además, provocan en nosotros una necesidad que realmente no necesitamos, nos envicia, somos adictos a todo esto. Hay jóvenes que necesitan encontrar en las redes sociales la popularidad que no tienen en su vida diaria, necesitan tener más y más amigos o seguidores en Facebook o Instagram, que sus fotos las vean cuantas más personas mejor, sentirse importantes y atendidos. No pienso desmentir nada de esto pues lo pienso así, yo mismo comparto estos razonamientos.

Internet es una de las herramientas más importantes y significativas de nuestra evolución como seres humanos. Internet evoluciona y nosotros evolucionamos a su lado, pero, ¿evolucionamos para mejor o para peor? Es un tema espinoso, tremendamente relativo y sobre todo, un tema muy susceptible para muchos. Son muchas las veces que he escuchado que la juventud de décadas pasadas, como la de los años 70 u 80, se relacionaba mejor que los jóvenes de hoy día. ¿Es esto cierto? Todo tiene sus matices, todo se puede ver de muchas maneras distintas. Porque antaño, por lo general, a una chica adolescente le costaba horrores acercarse al chico de sus sueños, o llamarlo por teléfono a su casa y poder hablar con él tan sólo unos minutos. Eso no ocurre en el presente. Generalizando, ahora los jóvenes se comunican con la misma facilidad con la que pestañean. Hacemos buenos colegas a través de las redes sociales, personas con nuestros mismos gustos en cine o música, etc. Podemos encontrar a nuestra pareja ideal o encontrar una sincera y bonita amistad. Y qué decir del conocimiento. Internet es la mayor y más cercana fuente de conocimiento que tenemos. Todo está a nuestro alcance a golpe de ratón. Con tan sólo hacer clic, podemos comenzar a instruirnos en un idioma nuevo, a leer acerca de cualquier civilización antigua o escuchar al mismísimo Ortega y Gasset. Pero también podemos encontrar el aislamiento, el vicio, la perversión, el salvajismo, podemos toparnos con el lado más insolidario e insensible de Internet, pues es  un arma tan poderosa que puede hacer el bien y el mal en gran medida. Toda un arma de doble filo.

Pero, y he aquí el motivo de este post, considero que nosotros los jóvenes, nos hemos visto beneficiados con este significativo avance tecnológico. Hemos evolucionado con ello. Porque yo comencé mi adolescencia a principios de la década del 2000, y fui testigo directo de esos días y cómo fueron en comparación con nuestra actualidad. Yo fui testigo de cómo en aquellos años, muchos jóvenes se encerraban en sus casas, sin querer salir salvo para ir al instituto y poco más, con tal de quedarse más tiempo frente al ordenador, conectados a Messenger y chateando, porque creedme, los chats en esos días eran un auténtico boom, la moda de todas las modas. La tecnología del momento no nos permitía, entre otras cosas, movilidad alguna. No existían los smartphones, y no todos los jóvenes tenían teléfonos móviles en esos días. Internet comenzó a instalarse poco a poco en las casas. A finales de los 90 para acceder a la Red nos íbamos a los Cibercafés, un negocio en alza en esos días. Pero desde 2001 en adelante, Internet sería parte de cada domicilio, poco a poco Internet fue y es, parte de las necesidades básicas de una casa, como la luz y el agua.

En eso días, fue tal la moda de Internet que los más jóvenes y no tan jóvenes preferían quedarse en casa que salir con los amigos. Priorizaban el poder conocer a gente tras la pantalla que en persona. Y los que decidían salir a la calle, la mayoría, al poco rato ya deseaban regresar a casa para estar conectados a sus ordenadores y chateando sin parar. Conocí a gente que en esos años, pasaban las tardes enteras en esos cibercafés, y los que tenían conexión en casa, prácticamente no salían de su habitación. Aún consigo acordarme de algunos momentos puntuales en los que me encontraba reunido con amigos y ver cómo alguno de ellos o varios, aun pasando un buen momento todos juntos, entre risas y demás,  se iban porque preferían estar en sus casas para pasarlas con el dichoso Messenger. Muchos preferían pasar las tardes de verano conectados a ese programa y al resto de chats, que estar en la playa, con el resto de amigos. Una opción respetable pero a la vez preocupante, al menos por aquél entonces.

¿Están los jóvenes en la actualidad igual de enganchados a Internet? ¿Quizás están aún más? Puede, y como dije anteriormente, Internet evolucionó y nosotros con él también. Pero considero, que esta evolución, o al menos esta parte en concreto de esta evolución conjunta entre Internet y nosotros, ha beneficiado, aunque sea sólo un poco. Pues ahora las personas no están enclaustradas en sus casas pegadas a la pantalla. Ahora, al menos, por lo general no tienen problemas en salir a la calle. En esos días, aun siendo yo un adolescente, me daba cierta pena ver cómo chicos y chicas de mi edad se negaban a salir a la calle por estar conectados más tiempo a Internet. Por eso, considero que es un paso, de gigante o no, pero un paso. Y yo que me alegro de ello.