La cultura del sadismo, el arte de la muerte y el dolor

Fuente: Ana Sánchez Lucas
Un animal anda tendido y ensangrentado en la arena. Está agonizando. Llora y se lamenta. Mientras tanto, el respetable que ha acudido al acto se deshace en aplausos. Desde las andanadas, las gradas y el tendido, se vitorea la hazaña del espada. Los mismos que apartan la mirada horrorizados al ver al torero siendo envestido por el astado, miran con indiferencia el agónico fin del animal. Con todo, el diestro, en acto de clemencia y no sin cierta altanería, puede decidir si el toro es digno de vivir o no según lo fiero que éste se haya mostrado en el ruedo. Este es el noble arte de la tauromaquia, de tradición milenaria, un arte arraigado en la cultura española.
Procedo de una tierra donde la maestría del toreo está bien enraizada, una ciudad curtida como ninguna en esta tradición desde el siglo XVIII. Soy del Puerto de Santa María (Cádiz), y como dijera aquél célebre matador de toros español y de etnia gitana, Joselito “El Gallo”, quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe lo que es un día de toros. Desde muy pequeño he sido testigo de la pasión que levantan las corridas de toros en esta ciudad. Y si bien es cierto que desde hace ya años no se ve cada verano el gentío que se formaba por los alrededores de la Plaza en aquellas tardes de toros, fruto del actual desapego de las nuevas generaciones con respecto a este festejo, a día de hoy, en los sucesivos días de agosto, cuando comienza la temporada taurina, se sigue observando cierta afluencia por los graderíos que ni de lejos, llegan a estar a rebosar como lucían antaño. Consecuencia, sin duda, de la cada vez mayor conciencia social frente a las corridas de toros. Algo que resulta alentador.
Corrían los primeros años de la década de los 90 y mi padre, con toda su buena intención, me llevó a la Plaza para asistir a una corrida de toros. Eran otros tiempos. Allí sentado, me sentía ilusionado, los grandes focos que apuntaban al ruedo se encendieron y me recuerdo nervioso, expectante, era toda una experiencia para mí. Acudía por vez primera a una corrida de toros. Pero luego, a ese niño que un día fui, también lo recuerdo asustado, con cierta tiritera y a punto de llorar. Me recuerdo tapándome los ojos, no quería mirar. Mi padre no volvió a llevarme a los toros y yo no quise volver a saber nada sobre ello. Hoy día, a mis 29 años, me sigo estremeciendo solo de recordarlo. Sigo sin percibir atisbo de la cultura que encierra este festejo, sigo sin entender este viejo y noble arte del toreo. La cultura del sadismo, el arte de la muerte y el dolor. Me cuesta entender cómo hombres, mujeres y niños, se engalanan con sus mejores vestidos para ir a presenciar algo tan lúgubre como ver perecer un animal tan fríamente.
Explican los amantes de esta fiesta que los toros es parte de la cultura española y eliminarla sería desdeñar nuestra tradición, nuestra idiosincrasia de país. Ninguna tradición justifica el maltrato animal para el deleite de unos pocos. Era tradición antiguamente quemar a personas por no ser de una religión concreta. Muchas cosas horribles eran tradiciones que fueron desapareciendo con el paso del tiempo. También es traición en la actualidad la ablación femenina en países orientales y no por ello debemos mostrarnos impávidos. Es estúpido identificar a un país únicamente por una sola tradición. Y más estúpido es si hablamos de un país como España, uno de los países más ricos en cuanto a cultura y tradición.
Muchos taurinos se jactan de que mejor que ellos nadie trata a este animal. Que nadie como ellos respetan y admiran su existencia. Y me resulta esto tremendamente contradictorio, pues si respetas y aprecias algo o a alguien, no lo demuestras precisamente por medio de la tortura. Es por eso que las personas que disfrutan de este tipo de eventos las considero de un perfil muy bajo en cuanto a nivel intelectual y emocional. Carentes de empatía, delicadeza y ternura. No son mis ganas de pretender ofender, simplemente, no puedo pensar otra cosa. ¿Quién disfruta torturando a un animal? ¿Qué tipo de personas es? ¿Y qué tipo de personas van a verlo por entretenimiento?
Comentan los taurinos que las corridas de toros son una muestra de arte, de baile y un ejemplo de virilidad y valentía por parte del diestro. No veo la valentía si no te enfrentas al animal en igualdad de condiciones. Este tipo de argumento además sólo denota arrogancia, un tufo de petulancia y altanería. Además, a los toros se les recorta la encornadura y son drogados. Así no veo yo tanta valentía.
Que el toro no sufre, dicen. La sola imagen del animal sangrando, jadeando, es muestra suficiente. No se puede negar lo evidente. Los neurólogos no sólo saben que el toro es capaz de sufrir sino que, además, lo usan como modelo en estudios sobre el dolor.
Los taurófilos afirman con rotundidad que la abolición de las corridas de toros significaría la pérdida de una especie de animal única. ¿De verdad dejarían de existir los toros si éstos no se criarían para sufrir? De nuevo, sólo veo un razonamiento desatinado, ilógico y de lo más manido.
Pero lo más trillado y caduco es el argumento de que si estamos en contra de los festejos taurinos, deberíamos dejar de comer todo lo que provenga de un animal. Pues del toro se come hasta el rabo. Un comentario a la altura de esta tradición para gañanes. Algunos no se enteran de que lo que se trata es de no hacer sufrir a un animal hasta agonizar para el goce de señoritos y catetos que intentan ser como los señoritos. Una cosa es matar a un animal por razones alimenticias y otra cosa es la matanza por placer, algo que cada vez está peor visto pues en los tiempos que corren, los derechos sobre los animales cobran cada vez mayor fuerza.
Septiembre ya está aquí y en nada se destapará nuevamente la polémica por el medieval torneo del Toro de la Vega. Este escrito no tiene otra intención que la de invitar a la reflexión a todos aquellos que disfrutan de estos festejos. Pienso que la tauromaquia ha de evolucionar, que pueden celebrarse festejos taurinos sin que los astados sufran despiadadamente. Miren si no a los recortadores de toros, ejemplo claro en donde realmente sí se mezcla el arte y el deporte, sin perder la conciencia animalista, sin parecer bárbaros y salvajes.
No puede haber arte en el derramamiento de sangre, no puede haber nada bello en celebrar la muerte de un ser vivo por simple placer. Es inhumano.
«Ni como naturalista ni como biólogo puedo ser partidario de las corridas de toros.
Los carnívoros matan porque no saben alimentarse de otro modo, matan porque lo necesitan para vivir.
Es asombroso que exista un público que disfrute y sienta placer viendo como un hombre mata a un animal en la plaza de toros. La mal llamada fiesta nacional es la máxima exaltación de la agresividad humana»
– Félix Rodríguez de la Fuente (hace 35 años)
































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