Escribiendo con musicalidad y mucho estilo

Reconozco que cuando esta mañana mi padre me dijo que teníamos que ir a comprar un carrete nuevo para la máquina de escribir me quedé algo extrañado. Le pregunté sorprendido dónde conseguiríamos encontrar un carrete a lo que él respondió sonriendo que sabía perfectamente dónde hallarlos. Mi padre ya no utiliza tanto la máquina de escribir como antes por lo que los carretes le duran una barbaridad. Pero ya era hora de reemplazarlos así que lo acompañé a donde él, convencido, sabía que los vendían. Y efectivamente, allí estaban. En una antigua papelería -la más antigua de la ciudad- nos atendió una amable mujer que nos dijo que, últimamente, a mucha gente le había dado por volver a la máquina de escribir. «Algunos por nostalgia, otros por disfrutar de lo retro«, afirmaba. Precisamente, dentro de la papelería, tenían una exposición de máquinas de escribir, algunas muy pero que muy antiguas. Camino a casa estaba expectante, me había ilusionado la idea de volver a ver a mi padre manejar sus máquinas. Recuerdo que de niño mi padre me enseñó a usarla y delante mía, en más de una ocasión, le vi cambiar las cintas. Esta mañana me volví a sentir como ese niño curioso que embobado miraba a su padre manejar la máquina de escribir. Hoy, tras mucho tiempo, he vuelto a ver a mi padre poner a punto su vieja Olympia que lo acompaña desde hace cuarenta años. Sus dos máquinas, del mismo modelo y marca, las hemos limpiado y recambiado los carretes. A lo largo de todos estos años siempre he mirado a mi padre con ternura cuando lo he visto ante su máquina, concentrado, escribiendo con esa postura y ese estilo tan peculiar. Pero esta mañana ha sido especial, no me preguntéis por qué, pero lo he sentido así. Quizás ha sido hoy cuando más le he dado el valor que se merece. Ver a mi padre ante esa vieja máquina de escribir, ya oxidada por el paso del tiempo, a la que tantas horas ha dedicado, y escucharlo dar las instrucciones de cómo usarla como si fuera la primera vez que lo hiciera, ha creado un nuevo impronta en mi memoria, de esos que con el tiempo uno recuerda con lágrimas en los ojos. ¡Buenas risas nos hemos pegado cuando no atinaba a poner las tildes! Hoy he vuelto a aprender con él. Esta mañana nos hemos sentado uno al lado del otro y hemos escrito juntos un rato en el que sólo se apreciaba esa musicalidad típica que genera el escribir con estas máquinas.
Después de que escribiéramos juntos, le he prometido a mi padre que estas reliquias del pasado que tan significativas han sido para él y que aún todavía lo acompañan, siempre encontrarán unas manos amigas que las devuelvan a la vida, ya sean las mías o las de un hijo mío. Pero jamás quedarán abandonadas al rincón del olvido. Gracias papá, por un momento tan maravilloso a tu lado.
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Esta entrada fue publicada el 5 agosto, 2016 por Álvaro Rojas. Se archivó dentro de Personal .
El placer de aquello que nos hace volver al pasado con una cierta nostalgia. Todo vuelve, recuérdalo. Buena tarde.
5 agosto, 2016 en 18:37
Hola, Álvaro… Siempre es muy agradable leerte… ¡¡Qué bello escritooo, y qué bonito tener esa memoria viva, con tu padre y las inolvidables viejas máquinas!! Que no se pierda ese legado… Recuerdo que mis padres también tenían una, la cual usé por bastante tiempo, jejeje… Me fue muy útil, aunque había que botar mucho papel en aquella época (por los errores de tipeo, jajja, aunque se borraba, pero a veces la hoja se rompía por mucho hacerlo, y había que cambiarla irremediablemente)… Era una Remington no muy grande… Abrazo giganteee… ¡¡Feliz fin de semana!! 🙂 😉 🙂
6 agosto, 2016 en 18:16
Y sí, su sonido rítmico era como música, jajaj… 😉 🙂 No se olvida…
6 agosto, 2016 en 18:19
Seguro tu lmejor legado sera enseñar a tus hijos a saborear esos momentos que luego serán parte de sus mejores recuerdos …..Hay un momento en que hartos de escribir en nuestros pequeños móviles y tabletas, levantamos los ojos y buscamos el sentido de la vida en esas experiencias que como la que has contado ,dan cuenta del sentido de la vida…..saludos y aún escucho aquella máquina del tiempo que dejaba bruscamente y sonoramente sus huellas impregnadas en tinta ,en mi memoria
7 agosto, 2016 en 12:12
Muchas gracias por vuestros comentarios, sois geniales. Espero que estéis pasando un verano de lo más apacible. Besos y abrazos, amigos míos 😉
11 agosto, 2016 en 17:30
¡¡Graciaaas, Álvaro!! Igualmente… 🙂 😉 :*
14 agosto, 2016 en 16:12
Qué bella vivencia has compartido. Me encantó, y sonreía al leerte recordando a mi padre con su vieja máquina también, hace muchísimos años. Él no la guarda y no sé qué ha sido de ella, pero aún recuerdo el repiqueteo y mis intentos. Así comencé a escribir yo siendo adolescente, en esas viejas máquinas donde escribieron «los grandes», y el recuerdo permanece intacto.
Hermoso poder vibrar y emocionarse con papá para grabarlo en la retina.
¡Gracias!
14 agosto, 2016 en 20:32
¡Hola Poli! Si no estoy equivocado, es la primera vez que te veo por Anhelarium. ¡BIENVENIDA! Muchísimas gracias por pasar y comentar. Los que ya tenemos una edad, hemos visto en nuestra infancia estas maquinitas de escribir por casa. Me siento afortunado de no sólo tener la suerte de seguir teniendo una, sino dos. Las guardaré siempre con todo el cuidado y cariño del mundo.
El repiqueteo es de lo más romántico, Poli, jaja. Un abrazo 😉
19 agosto, 2016 en 16:00
Como no he visto el botón de ‘me gusta’, te lo dejo aquí. Me gusta 🙂
19 agosto, 2016 en 17:41
¡GRACIAS! 😀
El botón de ‘Me gusta’, al igual que otros, los deshabilité por estética, no me gustaban y soy muy quisquilloso con el diseño del blog. Soy así de tontó yo, 😀
¡Besos!
19 agosto, 2016 en 23:37
Hola! Yo escribo en computadora, pero guardo en un rincón la primera máquina de escribir que mi madre me regaló.
De chico ya escribía y hoy tengo 57 y mi madre ya hace años que no está con nosotros (pero sí en nosotros).
Es un recuerdo de ella que voy a guardar el resto de mi vida.
Muchas gracias.
23 agosto, 2016 en 11:51
¡Hola! Bienvenido a Anhelarium, amigo bloguero. Qué bello recordar también así a tu madre. Precioso. Las dos máquinas de escribir las guardamos con mucho cuidado. También tiene mi padre un proyector de 8mm casi sin usar, de hace muchísimos años. La verdad es que son unos aparatos con mucha solera y encanto. Afortunado de poder poseer unas reliquias así del pasado.
Gracias a ti, por valorar y comentar mi escrito. Un abrazo.
23 agosto, 2016 en 19:07
Los que ya tenemos una edad nos iniciamos en esto de la escritura con estas viejas máquinas de escribir. En mi caso fue una de mi hermana, una Olivetti que seguro estará guardada en el trastero de mis padres. En esa vieja máquina plasme mis primeros pinitos literarios. Recuerdo (y aquí va una anécdota del abuelo cebolleta jajajaja) que corría el año 1981, con 13 años me encontraba en mi habitación tratando de dar forma a una enrevesada historia de espías y asesinos. Escribí cerca de 100 folios. Cierto día, concretamente el 23 de febrero de ese año 1981, mi hermana entró en tromba a mi cuarto y me dijo que había habido un golpe de estado ¿y eso qué es? pregunte yo Pues que los militares quieren hacernos lo que le hizo Franco a los abuelos, y se marchó dando un portazo. Yo me quedé dandole vueltas al tema y con una idea en la cabeza. Estos cabrones van a arruinar mi futuro como escritor jajajajajaja. Te lo juro Álvaro, que pensé eso.
Sobre lo que has escrito, como siempre, emotivo y precioso. Sabes que este tipo de entradas son las que más me gustan. Podemos encontrar paralelismos con nosotros mismos y son las que nos describen mejor como personas.
Un abrazo tío.
2 septiembre, 2016 en 18:23
¡Quillo Salva, qué alegría verte de nuevo por aquí! Muy bueno lo de tu historia de espías. Si la tienes todavía por ahí, que sepas que me encantaría leerla. Pero lo que me ha hecho mucha gracia a sido lo del 23F, ¡JAJA! 😀
Me encandila que la gente lea este tipo de entradas, pues son las mejores, como muchas veces te he dicho a ti. Procuro desde hace tiempo dedicarle más hueco en Anhelarium. Son sin duda las mejores entradas que puedo publicar.
Millones de besos a ti y mis mejores deseos para esa familia tan bonita, Salva 😉
5 septiembre, 2016 en 20:36
Álvaro, me he emocionado al leerte, pues recordé a mi papá hacer lo mismo que describes, escuché su voz mientras escribía, olí ese aroma que expele la máquina, el papel y la cinta y más aún vino a mí el amor por mi padre.
¡Gracias!
11 octubre, 2016 en 14:58
¡Hola Viviana! Muchísimas gracias por tu comentario. Me halagan tus palabras, me alegro que te haya logrado emocionar. Me satisface mucho leer eso. Siento alegría por haber hecho que tu mente recobre ese retazo de tu padre. Gracias de nuevo por tu amabilidad.
Muchos besos, amiga.
16 octubre, 2016 en 22:40
Hola Alvaro! te felicito enormemente. Lo que has vivido y escrito, es maravilloso. También por la forma de expresarlo. Yo aprendí de pequeña en una máquina de escribir antigüa significa mucho. Gracias por compartir estas cosas, que refrescan el alma.
13 noviembre, 2016 en 18:55
¡Hola Andy! Benvenida a Anhelarium y muchísimas gracias por pasar y regalarme tu comentario, me entusiasma que te haya gustado. Es un placer poder escribir y compartir lo que siento o lo que me ilusiona y que a la gente le pueda llegar a transmitir. Escribir golpeando suavemente esas teclas, y más a día de hoy, con la tecnología con la que convivimos, es una auténtico placer. Deja de ser algo común, como lo fue en sus días, para convertirse en toda una experiencia.
Un saludo, Andy.
14 noviembre, 2016 en 12:38
Hay objetos que nunca se perderán, siempre habrá alguien que los rescate.
A mí hace poco me dijeron de regalarme una, y me negué. Después de leer tu entrada creo que si me
vuelven a hacer la propuesta, la aceptaré.
19 agosto, 2018 en 14:24
Hola Alicia. Si además esa máquina que quisieron regalarte es una con solera, de esas que tienen más años que el hilo negro, acéptala. Son reliquias. Yo a falta de una tengo dos, fíjate, jajaja. Un abrazo, Alicia, y gracias por pasar y comentar.
23 agosto, 2018 en 8:35
La aceptaré si me dan otra oportunidad.
23 agosto, 2018 en 10:00
Aunque no escribamos ya con estas máquinas, resulta la mar de reconfortante escribir algo, aunque sea puntual, con ellas. Un poema, una dedicatoria…Además, como decoración para la casa son hermosas.
23 agosto, 2018 en 10:02
Pero que bonito es volver a leerte!, ¡y con esta entrada magnifica!, ahora me pregunto ¿por qué no la leí antes?
La escritura para mi es algo muy especial, amo escribir casi cualquier cosa, hasta las listas de planes jajaja, o en los típicos diarios en los que documento mi vida, pero cada vez que leo algo sobre personas que sienten una afición similar a la mía me emociono bastante.
Yo también recuerdo esas máquinas, tuve una cuando cursaba la educación secundaria, aunque aquella máquina de escribir sería un poco más moderna que la de tu padre (que dicho sea de paso, debe ser una joya esa reliquia), recuerdo que la tuve porque en la escuela había una asignatura que obligaban a cursar llamada «taquimecanografía» jajaja. Ahora que lo pienso, no sé que fue de ella, pero escribi bastantes relatos para la escuela en ella.
Que bonito que tu padre y tu compartieran esa clase de experiencia juntos, cada vez que hablas o escribes sobre tu padre, me siento más y más intrigada, pues pienso que es una persona muy interesante. Conserva siempre en tu corazón los recuerdos de esos días Álvaro, y esas pláticas con él mantenlas frescas, alguna vez espero que me cuentes algunas jeje.
Me encantaría saber… qué tipo de cosas escribía él?
Y bueno al igual que siempre, te envío muchos, ¡muchísimos abrazos!
2 marzo, 2020 en 16:56