Sin alarma, en pandemia

Foto: EFE / ElPeriodico.com
Este es el primer fin de semana sin Estado de Alarma aquí en España. Y, lo esperado. Porque sí, era de esperar que esto pasara. Si la primavera-verano del año pasado ya la gente ansiaba salir a la calle, viajar, en definitiva, hacer vida normal, era de esperar que, llegados a este punto del año, y cuando parece que vamos mejorando poco a poco, todo se intensificara. Sólo hay que ver los vídeos de como estaba ayer la estación de trenes de Atocha en Madrid, por poner un ejemplo. Y no quiero parecer que señalo a los madrileños, pues así está toda España, queriendo hacer vida como si aquí no pasara nada. El Gobierno asegura que a mediados de agosto el 70% de la población española estará ya vacunada, pero, aún así, por entonces, tampoco será el fin de la pandemia. Estoy a favor de que en cada ciudad los bares abran, que ciertas restricciones se levanten, incluso, si cabe, que en cada Comunidad Autónoma se pueda viajar entre provincias, como ya se viene haciendo desde hace unas semanas. Pero que en estos momentos se permita viajar por todo el país, como antes de que irrumpiera esta maldita pandemia, lo siento, pero no me parece lo más sensato. Después de tanto esperar, de tanto esfuerzo, no perderíamos nada si aguantáramos un poco más. Todo lo contrario, ganaríamos bastante. Pero así es cómo los políticos de nuestro país han querido manejar la situación. No voy a entrar a desgranar cómo han manejado nuestros políticos esta crisis desde que comenzara hace poco más de un año, pero algo tengo muy claro, y es que las contradicciones, la falta de concreción, que unos digan una cosa, otros otra, las riñas entre los distintos partidos políticos en plena pandemia cuando más unidad hace falta, todo ello, ha hecho que los ciudadanos no se hayan tomado más en serio las medidas sanitarias, que se hayan relajado. Hemos visto mogollón de fiestas ilegales en estos últimos meses, de ver calles cada vez más llenas, y ahora hemos pasado a las aglomeraciones. No es mi intención criminalizar a nadie, ni que yo fuera ejemplo de algo, pero ¿qué pensarán las próximas generaciones de nosotros? Ojalá me equivoque, pero teniendo en cuenta que los meses de junio y julio del pasado año y, más concretamente la pasada navidad, causaron preocupantes repuntes en contagios y muertes, cuando veo esta despreocupación, este desfase, pienso que sufriremos una nueva ola. El pasado verano entendí que se experimentara y se dejara viajar, pero las olas posteriores fueron devastadoras. Teníamos peores números en la segunda y tercera ola que en la primera, cuando toda esta mierda comenzó. Si esta laxitud en las medidas, y esta actitud por parte de la ciudadanía, provoca que la crisis sanitaria se acentúe, seremos la generación más absurda a ojos de las futuras. No solo estamos ante una crisis sanitaria, también económica, por eso no me opongo a que se levanten ciertas restricciones, pero hay que mantener la normativa, seguir las indicaciones sanitarias, hace falta mayor perspectiva común. Entiendo a los más jóvenes, porque no es lo mismo que esta crisis te pille con treinta o cuarenta años que con quince o veinte. A los más jóvenes se les ha robado casi dos años de sus vidas. No me quiero ni imaginar lo frustrante que debe ser comenzar tu experiencia como universitario, tu primer año de carrera, en estas circunstancias, por eso no pretendo señalarles únicamente a ellos, esto es sólo una crítica constructiva, para todos. Los ancianos han sido los que más han sufrido, pero no los únicos. Todos estamos sufriendo en distintos niveles y de distintas maneras. Pero sigue faltando más pedagogía, la suficiente para que ahora, que parece que estamos en la recta final de la pandemia generada por el Covid-19, no hagamos el ganso. Aún resuenan en mis oídos esos aplausos desde los balcones, ¿dónde ha quedado ese espíritu solidario?
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