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Romanza, de Salvador Bacarisse. Melancolía, belleza, guerra y dignidad

No puedo lograr imaginar la profunda frustración y tristeza que debieron sentir todos aquellos españoles que se vieron obligados a marchar de su amado país al acabar la guerra. Salvador Bacarisse, como tantos y tantos otros, se alejó de su querida España en 1939 para refugiarse en París, ciudad que le vería morir en 1965, siempre alejado de su familia, de sus amigos, del olor de su tierra. Perteneció a la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, en la que también se encontraban otros intelectuales de la época como María Zambrano, Ramón Gómez de la Serna, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Rosa Chacel, Luis Buñuel o Luis Cernuda entre otros. Activistas de izquierda  de aquella maltratada Segunda República española que lucharon con dignidad contra el auge del fascismo en España. Y es que esta hermosísima pieza musical no sólo transmite la melancolía por haber dejado atrás todo lo que más amas de la forma más bella posible, sino la dignidad de los que lucharon por lo que más querían, por lo que creían que era lo más justo. Murieron, perdieron y se marcharon, la gran mayoría lo hizo para siempre, y nunca han tenido el reconocimiento que también ellos merecen. Compuesta en 1957, Romanza es el segundo de los cuatro movimientos o partes que componen este Concertino para guitarra y orquesta en la menor. Esos cuatro movimientos son: AllegroRomanzaScherzo Rondò. Toda la composición es impresionante, apasionada, repleta de matices y acordes preciosos. Pero me centro en Romanza, porque en ella vemos el mayor sentimiento español jamás reflejado en una obra musical. Es en este momento del concertino de Bacarisse cuando uno parte a llorar, pues impacta y estremece el drama que reflejan esos violines al entrar con esa fuerza. La armonía que logró plasmar el compositor madrileño no podría haber sido más emocionante y arrebatadora. Reflejando un talento inigualable, esta pieza, junto a su autor, siempre quedaron eclipsados por grandes artistas coetáneos como Manuel de Falla, Isaac Albéniz o Joaquín Rodrigo. Pero no puede encontrarse semejanza con lo creado por Salvador.

Esta obra maestra comienza con el raspeo de una guitarra española, orgullo sonoro de nuestra patria. Una melodía única que a todos los españoles nos llega al corazón. Cada acorde, con dulzura, parece querer traer a nuestra memoria los mejores recuerdos de nuestra vida, de todo lo que conocemos y añoramos. La sonrisa de un padre, la caricia de una madre, la risa de un amigo, los dulces besos de tu amante, tu ciudad y el encanto de sus rincones. Romanza comienza con esa melancolía que, al mismo tiempo que nos hace llorar, nos dibuja una sincera y sentida sonrisa. Pero en poco más de un minuto, la nostalgia da paso al estremecimiento con la entrada de esos violines, una entrada dramática que cala en lo más hondo de nuestra alma. Los violines evidencian el padecimiento del que sin duda fue el capítulo más negro de la historia de nuestra querida España, el estallido de la Guerra Civil. Todo comienza a marchitarse, las familias, como los sueños, se rompen. La vida no conoce más dolor. Eran días de pena, hambre, muerte y exilio. Llegaron los días más oscuros de la dictadura franquista y muchos intelectuales de la época, como Salvador, huyeron. Era una guerra entre hermanos donde cada bando pensaba que hacía lo mejor para su país y para su pueblo. Y al terminar, ganara quien ganara, era de esperar que apareciera más odio y venganza. Yo no pertenezco a ninguno de esos dos bandos, fue una guerra que no viví, como espero no vivir ninguna. Los años treinta del siglo pasado eran años convulsos en toda Europa, años de analfabetismo, miseria y violencia, donde las ideas que imperaban radicalizaban y crispaban a la sociedad. Entrar a analizar esos años no es el objetivo de esta entrada. Sí lo es el agradecer eternamente a Salvador Bacarisse que pariera esta maravilla, una página imborrable de la música española, y por supuesto, homenajear de la manera más humilde a todos aquellos que lo perdieron todo y tuvieron que dejar para siempre aquello que amaban y soñaban. Esta obra es fiel reflejo de ello. Salvador vertía en esta hermosa composición aquellas heridas de España. Profundas heridas. Esas que nunca llegaron a cicatrizar y aún siguen abiertas. Apartándome de toda ideología y confrontación alguna, tan sólo he editado este vídeo como pequeño homenaje a su autor y para ilustrarlo, sin ninguna pretensión, lo acompaño de fotos de aquellos que sufrieron esos lúgubres años de nuestra historia, pues en ambos bandos hubo gente buena, no tengo ninguna duda de ello, que sólo fueron víctimas de los días que vivieron. Es por eso que, sin demonizar ni buscar culpables, sólo emito un reflejo más de esa época que, espero, al menos nos haya servido para aprender y no volver a cometer los mismos errores nunca más. Sé que este es un tema no superado en España y tenemos que buscar todos los medios para que así sea. Ha pasado más de ochenta años y no veo que haya habido un perdón de verdad. Sólo tratando esta época sin rencores podremos avanzar como sociedad, y este país podrá ser algo mucho mejor. Hay que encontrar algún nexo de unión, porque aunque siempre existan divergencias políticas, la herida de la Guerra Civil española nunca se cierra porque nunca nadie parece querer curarla, sobre todo los que tan malamente nos gobiernan hoy día.

Por dignidad, nunca podemos olvidarnos ni de los que murieron ni de los que se fueron para no regresar jamás. Fueran del bando que fueran. En estos momentos que ansío regresar a mi tierra, y que tengo la inmensa fortuna de regresar, me conmueve enormemente pensar en todas esas personas que tuvieron que huir echando la vista atrás y llevando consigo sólo un triste recuerdo que duraría para siempre. Me aterra la idea de un exilio, de no volver a sentir lo que con fuerza siempre anhelo. Es la muerte en vida. Y aquí, es inevitable no empatizar con el bando perdedor, el que más sufrió la represalia y el exilio. No hay nada más triste que verte despojado de lo que tienes y amas.

Quizás, si los españoles nos dejaramos llevar por la evocadora música de la Romanza, podríamos cerrar este negro capítulo y mirar hacia delante, hacia un nuevo país.

 


El día que escuché a Tchaikovsky

¿Quién soy yo para hablar de Tchaikovsky? ¿Qué me avala a mí para hablar de este compositor? No tengo un profundo conocimiento de la música clásica y mucho menos de la etapa del Romanticismo. Yo sólo llevo años escribiendo sobre grupos de Rock y Heavy Metal, no tengo absolutamente nada que me acredite para escribir sobre Tchaikovsky, pues no toco ningún instrumento y sólo se me da medianamente bien la percusión. De hecho, me defiendo la mar de bien con la bateria. Afición que dejé de practicar hace bastantes años por no tener un sitio donde no molestar a nadie. Demasiado escandaloso. Además, ¿qué amante de la música clásica y en su sano juicio leería algo sobre Tchaikovsky de un profano como yo? Pero es cierto que en estos últimos años ando muy involucrado en la música clásica, pero no me he atrevido nunca a escribir sobre ella. Me veía demasiado torpe como para escribir sobre algo tan grande. Tampoco pretendo que esto parezca algo exagerado o victimista por mi parte. Es sólo que, no estoy nada avezado y sólo soy un entusiasta de esta música.

Entusiasta. Sí, eso es lo que soy. Soy un devoto de todo aquello que me embelesa, que admiro. Soy un amante de todo lo que amo de verdad. Y en este caso, escuchar a Tchaikovsky me aviva. Su música me atiza. Había escuchado a este compositor en el colegio, como todos supongo. Y a lo largo de mi vida, sólo muy puntualmente me dejaba arrastrar por la condición incomparable de esta música. Ha sido en estos últimos años cuando he sentido la necesidad de involucrarme más en esta música. Me apetecía constantemente que mis sentidos se ajumaran con el noble y delicado arte de compositores como Wagner o Chopin. Sí, el Romanticismo es lo que más seduce.

El día que escuché a Tchaikovsky no recuerdo cual fue. Ni siquiera sé si hace mucho de eso. Sólo recuerdo que pasé un largo rato escuchado la música que este genio compuso y cómo me sentí. De sentimientos o percepciones es quizás de lo único que puedo hablar en este post o de lo único que puedo hablar cuando anhelo escribir sobre estos autores. Quizás dar detalles de su música me de vértigo. La primera vez que escuché a Tchaikovsky fue la primera vez que lo escuché con total atención y su música redobló por mi interior. Podrás haber escuchado en contadas ocasiones música clásica, pero cuando uno de sus compositores logra calar en lo más profundo de ti, como si con su música removiera todos los cables y cachivaches que te forman, esa es la primera vez que escuchas a ese autor. Es lo que me pasó a mí con este compositor ruso. El lago de los cisnes rebosa de una calidez, armonía, y se trasforma en una belleza vehemente, exaltada. Su in crescendo es impetuoso y con sus melodías te permite viajar a cualquier lugar soñado. El cascanueces y los actos que la componen conforma el decorado esencial para encontrar a tu musa y verla bailar. Con El Vals de las Flores sentía que me preparaba para una gran sorpresa con sus melodías donde con ellas todo puede pasar. Pero si me tengo que quedar con una pieza, esa es. La serenata para cuerdas. Al atender semejante composición, mis ojos no tardaron en humedecerse. Eso sí que lo recuerdo bien, muy bien.

Si la creación del Mundo tuviera banda sonora, esta sería su música.