Personal

Surf después del confinamiento

Y llegamos al 2 de mayo y ya todos pudimos volver a salir. Eso sí, respetando un horario establecido. Así que todos deseábamos que fueran las ocho de la tarde para poder salir a desinhibirnos tras semanas confinados en casa. Los paseos y los parques se llenaban de gente y, las distancias de seguridad, bueno, digamos que a veces se respetaba. En las ciudades costeras, sin duda, la playa era, comprensiblemente, el escenario deseado por todos para oxigenarse. Eso sí, el baño sólo estaba reservado para practicar deporte, por lo que sólo se veían en el agua a personas haciendo Surf. Y ahí que llegué yo, con la misma ilusión que un niño en Día de Reyes. Porque hacía mucho tiempo que no surfeaba y, si antes del confinamiento y toda esta crisis del coronavirus ya tenía previsto vérmelas de nuevo con mi tabla en el agua en primavera, tras pasar un mes y medio encerrado en casa, ya ni os cuento. El problema era el esperado, lo oxidado que me encuentro. Me costó bastante hacerme a mi tabla y no sólo por haberme llevado tanto tiempo sin hacer Surf, sino por lo desentrenado que me encuentro a nivel físico. Si a eso le sumamos el nulo ejercicio que he hecho últimamente y que durante el confinamiento no me he privado de nada, vamos, que he comido como un cerco vietnamita, el resultado no podía ser otro que el de encontrarme de lo más torpe y lento con mi tabla en el agua. Por suerte las olas se hacían de rogar, las series no fueron continuas, de ser así hubiera durado menos en el agua, me habría salido más rápido. Pero las olas daban tiempo a respirar y reponerse. Como sabrán, es evidente que tras escupirte una ola, tienes que remar hacia dentro para hacerte con otra, y la remada, más aún para un tipo tan en baja forma como yo, se hizo durísima. Tras salir del agua, y sobre todo al llegar a casa, me encontraba molido. Pero esta etapa post-Covid, como ocurre cada primeros de enero, donde todos comenzamos a hacernos propósitos de año nuevo, me he propuesto no desengancharme tanto del surfing. No fue una buena tarde de Surf, pero sí una muy buena tarde, porque todos volvíamos a salir, daba gusto ver a la gente disfrutar, a todos se nos notaba en el rostro el alivio y la alegría. Fuimos muchos aquella tarde en el agua, conmigo, éramos 41 los surfistas. Y a mí favor diré que no era, ni mucho menos, el más torpe. Ya nos encontramos en Fase 1 y ya hay una libertad de horarios para entrar y salir, hacer deporte o incluso ir a una terraza a tomar algo con los amigos. En unos días tengo pensado coger de nuevo mi tabla y lanzarme al agua. Por lo pronto ya estoy haciendo más ejercicio en casa para tonificarme más y estar en mejor forma. Ya os contaré.

Un abrazo a todos, mucho ánimo, ¡y buen surfing!


Mi padre a finales de los años 50

(podéis pinchar en las fotos para verlas en grande)

Últimos años de la década de los 50. Mi padre, que lucía como un actor de cine, trabajó durante varios años como mecánico en la Base Naval de Rota/El Puerto de Santa María. En una de las fotos lo podéis ver con su mono de mecánico, herramienta en mano, sentado en una Ford Pick Up. Tanto en su mono como en la puerta de la camioneta podéis ver las iniciales U.S.N, la Marina de los Estados Unidos. De esos años, en plena Guerra de Vietnam, me ha contado numerosas anécdotas de lo que allí vivió, algunas muy divertidas y otras no tanto. Como lo mucho que disfrutaba de sus largas charlas con el señor Youman, un oficial de la NAVY y que sale abrazando a mi padre en una de las fotografías. O como la de veces que tuvo que ver partir a muchos militares rumbo al Viet Cong y que jamás regresaron. Me dice que aún recuerda la mirada perdida y el rostro horrorizado que a muchos se les quedaba cuando se enteraban que tenían que ir a luchar a esa absurda Guerra del Vietnam. Otros regresaban tristes a Estados Unidos porque se enamoraban de la calidad de vida del sur de España, de su gente, sobre todo de las españolas, y deseaban quedarse para siempre. Conoció a personas maravillosas y aprendió muchísimo de los norteamericanos, gracias a eso, con los años, acabó siendo un buen industrial, creando su propia empresa y teniendo un gran éxito. Gracias a él y a su esfuerzo hemos disfrutado siempre de una vida cómoda. Pero también los americanos se mostraron agradecidos con mi padre, me cuenta que le cogieron mucho cariño, se lo pasaban genial con él y con los poquísimos españoles que trabajan en la Base. Los militares yankees no estaban acostumbrados a un trato tan humilde y afable. Fueron años de buena convivencia, ademas, España, aun sumida en una dictadura, comenzaba abrirse al mundo, eran los años del aperturismo (1958-1975), lo que también se conoce como el segundo franquismo. España, si bien no experimentaba cambio político alguno, sí vivía una auténtica transformación social, cultural y sobre todo económica.  Mi padre exprimió su estancia con los americanos, supo sacarle partido a todos esos años, a todos esos momentos. Aún hoy sigue diciéndome que fueron sus mejores años. Escuchándole y viendo todas las fotos que conserva de esos días, me lo creo totalmente. Ah, qué guapo era mi padre, por Dios, menudo rompecorazones fue.


¡Lia cumple seis añitos!

Debido al trajín que he tenido durante todo el mes de julio no he podido escribir antes esta entrada, que como ya viene siendo costumbre, escribo cada vez que Lia cumple años. Pues sí, seis años tiene ya mi gatita, y me sigue pareciendo que fuera ayer cuando la adopté en aquel verano de 2013. Hoy voy a contar algo que creo nunca he escrito en anteriores entradas. Lia, tiene un pequeño problema, y es que no se fía de las manos ajenas, o dicho de otro modo, de las manos que no son las mías. Cuando tengo invitados en casa nunca se aparta, no se aísla, siempre se muestra en todo momento juguetona y cercana, pero ese lado mimoso le desaparece cuando manos que no conoce intentan cogerla, abrazarla y darle arrumacos. Cuando alguien intenta hacerle caricias, ella, súper desconfiada, se aparta, da algún manotazo (que nunca arañazo) y se escabulle.  Eso sí, luego regresa para seguir jugando. Con el tiempo comprobé que eso poco a poco se le va pasando cuando más va conociendo a la persona. Cada gato es un mundo, habrá gatos a los que les pase lo mismo como también otros que son auténticos peluches, que se dejan acariciar y achuchar tanto por unos como con otros, indistintamente. Lia no. Cuando la que fue mi última novia ya llevaba un tiempo entrando en casa, ya Lia comenzó a tolerarla más, consentía entonces que la chica rubia la acariciara, aunque no tanto, había veces que de veras se mostraba bastante arisca y se las piraba, jamás con nadie muestra la complicidad y paciencia que conmigo. Yo puedo hacerle cualquier cosa, besarla hasta hartarme, abrazarla hasta que me entre ya calor de tanto tenerla pegada a mí, espachurrarla, conmigo se deja hacer de todo. Eh, que yo a ella también le consiento, le consiento de todo menos que arañe el sofá, que para eso tiene su buen rascador. Qué granuja…Ella me tiene a su disposición en todo momento, y lo sabe, vaya si lo sabe. Está acostumbradísima a que le consienta y le sacie de mimos. Por eso nunca se separa de mí, creo que es la gata más pegajosa del mundo mundial. No hay momento ni rincón de la casa en la que no esté a mi lado. Oye, que yo encantado. Para eso adopté una gatita hace seis años. Me comentó hace poco una amiga que tiene dos gatas lo siguiente: primero adoptó una, y al ver que por mucho que pasaba el tiempo la gata no podía ser más arisca y despegada, decidió adoptar otra. Con la mala suerte que resultó ser igual, otra gata que no se deja abrazar ni dar mimos. Yo le contesté entre risas que es una verdadera putada tener y cuidar a dos gatas y que ninguna te haga caso. Le pregunté si las adoptó desde bien pequeñas a lo que me contestó que sí. Algo raro decía yo, porque si acoges a un animal desde pequeño y le das mucha atención y cariño, ese animal por lo general lo vas a tener siempre ahí, devolviéndote lo mismo. Pero que va, cada animal es como es. Yo le he recomendado que si decide probar con un tercer gato, que sea macho, al ser ella una mujer, quizás el gato sea más cariñoso y dependiente. No es algo que deba de ser así, pero suele suceder. Yo he tenido perros y perras, y estas últimas conmigo eran puro amor, mucho más. Y regresando a Lia, el día que me falte, que espero sea dentro de mucho, me da que no voy a adoptar a otro felino, y de hacerlo, por supuesto tendría que ser hembra, como si adopto el día de mañana a un perro, también, tiene que ser perra. A mí es que las hembras, humanas o no, despiertan lo mejor de mí. Aún siendo hembra, me da que será difícil volver a tener una gatita tan lista y cariñosa como lo es Lia conmigo. Me ha hecho disfrutar de otro año donde quien más ternura y compañía me ha brindado, ha sido ella, mi gatita Lia.

 

¡FELIZ CUMPLEAÑOS LIA! ¡GRACIAS POR TENERME UN AÑO MÁS A TU LADO!